RELIGIÓN
Si la búsqueda de unidad en un tema tan complejo como la sacralidad en sus dos vertientes anteriores es necesaria, no es factible realizar el acercamiento desde el consenso, sino desde la verdad heredada que las fusionó, es decir, desde la tradición. El pensamiento de G. K. Chesterton (converso al cristianismo en edad tardía) sobre este nuevo paradigma nos da la clave, que es hallada en el hombre mejorado de la cristiandad, el héroe místico, ardiente y fogoso que no sólo lucha por su gloria personal en el campo de batalla, sino también para elevar su alma. Afianzado en una férrea fe, arde como el sol, ama y odia apasionadamente, vive su vida peligrosamente aceptando no ser entendido por el espíritu del momento y ansiando un aposento en los campos Elíseos, morada de los héroes muertos reservada a las almas virtuosas.
El cristianismo abrazó antiguas virtudes paganas que unido a las suyas propias, creó a un hombre altamente sublime y sagrado. Esas virtudes paganas eran dos, la justicia y la templanza, que el cristianismo adoptó junto a sus tres virtudes místicas inventadas, la fe, la esperanza y la caridad. Para ser convertidas en virtudes, tiene que ser complejo el camino para encontrarlas, ya que sino carecería de sentido. Si bien la templanza y la justicia requieren un espléndido afianzamiento personal para con los demás, la caridad significa perdonar lo imperdonable, la esperanza significa esperar en situaciones desesperadas, y la fe significa creer en lo increíble, pues si no, no serían virtudes. El descubrimiento es magnífico, ya que el disfrute máximo no se logra con la extensión de nuestro ego hasta el infinito, sino que la verdad era que el disfrute más pleno se alcanza reduciendo nuestro ego a cero.
Como repite en varios discursos un viejo camarada, el tema religioso fractura nuestras ya de por sí mermadas comunidades. La voz de la experiencia es de escucha obligada, ya que nos ayudará a no tropezarnos en la misma piedra una y otra vez a lo largo del camino. Si queremos formar una comunidad de base tradicional y sana en el siglo XXI que perdure en el tiempo y trascienda de generación en generación, hay que instruir a los diferentes miembros que la conforman para el respeto y admiración por ambas cosmovisiones. La pagana quizá más guerrera y la católica, más inmiscuida en la labor del culto. Una fusión entre ambas es lo que pide esta infame época. Por un lado, es indispensable volver a la devoción por el Supremo, cabalgar junto a él y orarle diariamente para que nos ayude en la batalla. Y por otro lado recuperar el espíritu heroico de los antiguos pueblos prerromanos, ese afán de sangre y gloria que les caracterizó y despojarnos de ese complejo de inferioridad que nos persigue.
Sujetos al significado etimológico de la palabra religión (religio), como nexo de unión entre lo inmanente y lo trascendente, el problema más importante en la modernidad del hombre europeo es espiritual. Lejanos a la falsa idea de que la crisis de nuestro pueblo es material, la falta de combustible interno, es sin duda, la que nos está llevando al abismo. Podemos observar en nuestras grandes ciudades, centros comerciales y un sinfín de expendedurías y comercios, todas ellas llenas de género de todo tipo, sin embargo, los bolsillos vacíos que nos impiden disponer de toda esa amalgama de enseres. Lo que nos lleva a entender que vivimos en la escasez dentro de la abundancia. Lo que nos lleva a la exposición acertada de que Europa no padece de crisis material, sino espiritual. Ese vacío existencial que desgasta al hombre de la modernidad no se puede completar con ninguna cantidad de posesiones materiales.